ejercicio empírico, en lugar de recurrir a datos y estadísticas, para decir que
algo ha cambiado en Santa Cruz, quizás la campaña de Navidad y los dos meses de
rebajas me pongan una venda en los ojos para no darme cuenta de la realidad,
pero prefiero pensar que no, quiero creer que las aguas vuelven a cauce, tras varios
años yendo a contracorriente.
No me gusta señalar a los culpables de las derrotas, ni poner medallas a los
autores del éxito; creo que las cosas se dan por un interés del colectivo, más
cuando se trata de una sociedad. Quizás nos ha servido de escarmiento tocar
fondo para darnos cuenta de que la situación de conformismo en la que vivíamos,
no se podía perpetuar. Parece que hemos logrado comprender que Santa Cruz tiene
identidad propia y que no necesita compararse con otras ciudades de las Islas
para ir a mejor, la realidad de Santa Cruz es suya y solo conociendo sus necesidades,
puede ir a mejor.
La Navidad y la entrada del nuevo año ha servido para recargar las baterías de
la ilusión y la esperanza; afortunadamente, cada vez hay más personas a las que
solo se le pinta el cielo de gris los días de lluvia. Hablando de gris, Santa Cruz ya no quiere ser una ciudad de este color, quiere ser diferente, quiere ser especial; hasta los turistas se han
percatado de este proceso de cambio, dejándose ver una gran cantidad de visitantes
foráneos paseando por la calles del centro.
Sin embargo, con todo esto no quiero montar a nadie en una nube, todavía hay
que recuperar muchas zonas del centro y los barrios periféricos para
conseguir aumentar la actividad comercial, el empleo local y la oferta de ocio,
cultura y restauración. Queda mucho por hacer, más por luchar; pero con la
certeza de que hay una primera piedra para construir una ciudad mejor.